Caminando juntas a través de Adviento: Segunda Parte
autora: Ruth Walker
Esta semana, nuestra historia de Adviento nos coloca justo en medio de la sorprendente revelación del ángel a María: ¡ella ha encontrado el favor de Dios! ¡Qué maravilloso pensamiento! ¿No anhelamos todas esto?
Lucas 1:28 describe la aparición de Gabriel a María con un mensaje transformador que da un rumbo diferente a la vida: “¡Saludos, muy favorecida! El Señor está contigo.” Dios no eligió a María en esta narración porque fuera única. María era única porque Dios la había elegido. No hay valor implícito de su parte, sino más bien la gracia de Dios en acción. Ella es prueba de esta verdad eterna: Dios no llama a los calificados; ¡Él califica a los llamados! Dios nos toma como somos y nos usa como él quiere, para nuestro bien y para su gloria.
Leemos a continuación en Lucas 1:29 que “María se turbó mucho por sus palabras, y se preguntaba qué clase de saludo sería este.” ¿Por qué se turbó María? Ella no había escuchado nada del plan divino todavía. Sabemos por las Escrituras y la historia que María era muy humilde. Tal vez dudaba por qué el Señor la elegiría o cómo podría usar su vida. Sabía quién era, de dónde venía y quién era su familia. O tal vez tenía cierta comprensión del significado de ser muy favorecida y bendecida por Dios. Quizás sabía que tendría que soportar el sufrimiento si decía “sí” al plan de Dios. Ser amada y bendecida por Dios no la libraría de las angustias y tragedias de la vida.
María sabía algo que todavía estamos aprendiendo más de 2000 años después. Los que son muy favorecidos por Dios tienen que pagar un precio tremendo. Cada propósito tiene un precio. Cuanto mayor sea el propósito, mayor será el precio. Nunca puede haber favor sin pérdida: nuestra voluntad, comodidad, planes... todo debe perderse y entregarse totalmente al Señor. Si queremos el favor de Dios, tenemos que renunciar. Seguramente María pagó un precio, pero incuestionablemente cosechó una tremenda recompensa a través de su Hijo Jesús. Así sucede con nosotras y nuestro ministerio entre los musulmanes. Cuanto mayor sea el precio, mayor será la gozosa recompensa.
En Lucas 1:34, María le preguntó al ángel: “¿Cómo será esto, ya que soy virgen?” ¡Imagine esto! Acababa de escuchar las palabras que cambiarían el curso de la historia, por no decir de toda su vida. Y María solo tenía una pregunta. Note que ella nunca dudó sobre el cumplimiento de las palabras del ángel. Su única preocupación era cómo llegaría a ser, ya que sabía que aún no podía haber concebido. Una vez más, la Escritura afirma el milagro del nacimiento virginal de Cristo. Los musulmanes también creen en el nacimiento virginal de Jesús, por lo que tenemos un trampolín desde el cual lanzarnos a algunas conversaciones respetuosas y centradas en la verdad.
Seguramente podría haber habido otras preguntas sobre su embarazo. ¿Qué hay de su relación con José? ¿Se divorciaría de ella? ¿Entendería él? ¿Y su familia y toda la comunidad de Nazaret? Ella podía ser lapidada según la ley judía. En todo esto, María no cuestionó el llamado de Dios ni adónde la conduciría.
Lucas 1:37 proclama que “nada es imposible para Dios.” ¡Dios puede hacer cualquier cosa! Él puede hacer que una virgen conciba; puede dar un hijo a una mujer estéril en su vejez; él puede dividir el Mar Rojo; él puede resucitar a los muertos; ¡él puede hacer cualquier cosa! Esta es la base de la gran fe y la obediencia de María, creer que nada es imposible para Dios. Cuánto necesitamos este gentil recordatorio en el ministerio que tenemos por delante. ¡Los musulmanes pueden y llegarán a la fe en Jesús porque nada es imposible para Dios!
Lucas 1:38 muestra a María declarando: “Soy la sierva del Señor. Hágase conmigo conforme a tu Palabra.” ¡Esta es quizás la declaración más valiente jamás registrada en las Escrituras! ¿Qué podría hacer Dios en cada una de nuestras vidas si realmente creyéramos que él puede hacer lo imposible? ¿Si tuviéramos el coraje y la fe para aceptar su voluntad, su plan y su propósito sin importar el costo? Nos espera un mundo de oportunidades... detrás del velo y dentro del corazón de cada mujer musulmana.