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Celebración de una boda musulmana: primer día

Cuando nos invitaron por primera vez a la boda de nuestros amigos musulmanes, nuestra familia sabía que la primera noche de celebraciones se llamaría fiesta Mehendi o Henna. La madre del novio nos vio llegar y rápidamente se encargó de darnos la bienvenida y algunas instrucciones. Nos indicó que nos sentáramos en el suelo con un grupo de edades mixtas, en su mayoría mujeres. Los pocos hombres presentes se mezclaron fuera del grupo de chicas. Así que, por el bien de mi esposo, nuestra familia se acurrucó en una parte de la alfombra que quedó entre las chicas y los chicos, donde esperamos por lo que sucedería a continuación.

Si ha estado en una boda musulmana, sabrá que valdrá la pena vivir todo lo que allí suceda. Si aún no ha tenido el placer de ser “invitada” a una, espero que esta breve narración le anime a desearlo. Las verdaderas amigas hacen lo posible por ser parte de los grandes momentos de la vida de los demás. Compartir la experiencia de la boda de una familia musulmana puede ser un punto culminante de su viaje de amistad; le ayudará a comprender y apreciar las tradiciones y los valores de los demás. Sin duda, dignificará su relación de manera que se centre en Dios y en el apoyo mutuo.

La fiesta Mehendi comenzó al ritmo de la tabla, tocada por un par de chicas presentes. En breve, y sin comprender totalmente lo que sucedía, estábamos participando de una broma que iba y venía del grupo de chicas que pertenecían a la familia del novio al grupo de chicas de la familia de la novia. No entendíamos el idioma en el que cantaban, pero aplaudíamos al ritmo del canto interpretado a capella por los grupos de chicas. En un momento, las chicas del lado de la novia sacaron un zapato masculino. Las bromas se hicieron más fuertes y divertidas. Finalmente, alguien amablemente nos explicó que las chicas habían robado el zapato del novio, y los dos grupos estaban regateando el precio que él tendría que pagar para recuperarlo. Todavía no habían llegado ni el novio ni la novia, pero el juego se prolongó durante algún tiempo y fue muy divertido.

Finalmente, apareció el novio, apuesto y acompañado del ritmo de la música y los tambores. Nos unimos a la marea de invitados que se dirigía a la entrada del salón. Todos se pararon en filas, a ambos lados del lugar por donde haría su entrada, para darle la bienvenida. Mi familia logró permanecer en la línea familiar del novio. Le arrojamos pétalos de rosa y, según recuerdo, se sentó al frente del salón, en un sofá decorado. Poco después, llegó la novia con su séquito.

La novia estaba vestida de amarillo tradicional. Entró lentamente, bajo un velo adornado y sujetado por los miembros de la familia. Se mantuvo cabizbaja, a pesar de la música y de los agasajos de pétalos de rosa que le lanzaron a su paso. No usaba maquillaje, tampoco hizo ningún esfuerzo por conectarse con sus invitados, ni siquiera con una mirada. Caminaba como si llevara la tristeza sobre los hombros. El velo sobre su cabeza la condujo a un lugar apartado, donde se sentó sola mientras continuaba la fiesta. Permaneció aislada mientras todos disfrutábamos de un festín de curry y dulces. Luego, la trasladaron al frente de la sala, junto a su prometido.

Se mantuvo reservada, incluso al lado de su prometido. Las mujeres se levantaron de entre la multitud y caminaron hacia ella, una o dos a la vez, para bendecirla de manera sencilla y suave. Antes de volver a sus lugares en el suelo, le aplicaron algo en las palmas de las manos. Luego supe que era henna, la misma mezcla de hierbas que se usaba para crear los intrincados diseños transgeneracionales que ya adornaban las partes visibles de sus manos y pies. La obra de arte danzaba delicadamente desde la punta de sus dedos más allá de sus muñecas, hasta desaparecer bajo la manga de su túnica amarilla. La mayoría de las mujeres presentes usaban diseños similares, aunque no tan elaborados. Ese componente de henna que ella luce en su noche de bodas es más una tradición que otra cosa, pero lo consideran el centro de la bendición nupcial.

Creo que recuerdo casi todo lo sucedido aquella noche por la mezcla de emociones que experimenté. La presencia velada, cabizbaja y de tonalidad amarillo-ocre de mi amiga se fusionó torpemente con la diversión de la tabla parlanchina, las escandalosas bromas de los juegos de chicas y el travieso masala que había comido en la cena. Entonces, los diseños de henna del exterior de sus manos, que invocaban la vida y que se aferraban con fuerza a las manchas sentimentales de la henna apretada en sus puños, lo unieron todo. Este fue el día de transición para mi amiga, porque el día de la boda es aquel cuando ella parte del hogar que conoce hacia el hogar que adoptará. Sería deshonroso tratarla con frivolidad el día que ella se separa de su amada familia. Hay mucho que considerar; por lo tanto, a pesar de su emoción, se aflige.