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Un Miércoles de Ceniza pensando en mis amigas musulmanas

autora: Myra Crane

Nunca pensé mucho en el Miércoles de Ceniza anteriormente, ya que mi denominación no practica el ritual de Cuaresma de hacer suavemente la señal de la cruz en la frente con ceniza simbólica. Nunca pensé que fuera una herejía ni nada; de hecho, aparte de las conversaciones casuales que pude haber tenido con amigas que llevaban sus cruces de la iglesia a la casa el Miércoles de Ceniza, en realidad nunca había meditado mucho en eso.

Hasta que me mudé a un país musulmán, donde casi de inmediato noté que muchos hombres de mi ciudad llevaban un símbolo similar en la frente. Se llama zabiba, y en realidad es un callo que se puede formar en el centro de la frente de un musulmán, entre las cejas y la línea capilar, como resultado de su diligente vida de oración. Esto se debe a que parte de la práctica islámica de orar cinco veces al día consiste en tocar el suelo con la frente.

No sé si alguna vez he visto a una mujer con una zabiba, y me han dicho que generalmente evitan marcarse la frente con los callos que los hombres tienden a querer. En las comunidades musulmanas, aprendí rápidamente que la zabiba en la frente del hombre puede ser como una insignia de honor, similar a lo que sienten algunas mujeres musulmanas acerca de sus velos.

Ciertamente, hay muchos musulmanes que hacen un gran esfuerzo por adquirir sus zabibas, pero sé por mis años entre ellos que no todas las zabibas son resultado de la oración. Sí, a veces las cicatrices se obtienen por medios distintos a la oración, porque la señal externa para algunos musulmanes es más factible que la oración misma. Y en el islam, una buena intención (en este caso, querer ser lo suficientemente devoto como para ganarse la callosidad de la frente) también es una buena obra, que al final podría ser mejor que nada.

Hoy estoy pensando en mis propias señales externas. Sé lo mucho que deseo que mi vida dé testimonio del Cristo amoroso que mora en mi interior. Confío diariamente en el perdón de Cristo y, a veces, siento que el pecado en mí se revela más que el Jesús que pretendo glorificar. Y esa no es la señal que quiero mostrar a mis amigas musulmanas.

Quiero que vean que Jesús escucha mis oraciones, incluso cuando no son impresionantes, numerosas o prácticamente ninguna. Quiero que sepan que mi lucha con el pecado puede ser real, pero que el amor de Jesús echa fuera el temor al castigo, porque cuando se lo pido, él perdona y olvida. Quiero que sepan la verdad sobre su muerte en la cruz y su resurrección, y cómo por medio de estos sucesos, él me ofrece vida eterna junto a él.

Y eso es lo que estoy pensando en este Miércoles de Ceniza. Quiero que mi vida revele a Jesús. Oro para que lo conozcan al verlo a través de mí.