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Una granada no basta

Autora: Myra Crane

Nuestra tutora de idioma urdu nos llevó a una de las conversaciones más convincentes que jamás hayamos tenido. Todo era bastante común en el restaurante donde estuvimos ese día, excepto los grandes vasos de jugo de granada, fresco y frío, que nuestra mesera nos sirvió. Las gotas de agua relucientes comenzaban a acumularse en el exterior de nuestros vasos. Los secamos con servilletas y agarramos los absorbentes cortos que amenazaban con sumergirse en nuestras bebidas.

Bebimos el néctar lentamente. Fue maravilloso pensar que algo tan delicioso en realidad podría ser muy bueno para nosotras. El ensueño del momento inspiró al Sr. Noor* a citar un proverbio que desde entonces se ha apoderado de nuestros corazones.

Lenta y sombríamente pronunció las palabras “Ek anar, sau bimar.”

“¿Eh?” Respondí, mientras un cortés nerviosismo se apoderaba de la expresión de mi rostro. “¿Una granada, cien enfermos?” ¿Estaba a punto de sabotear mi estómago el líquido aterciopelado que embelesaba nuestras papilas gustativas? Siempre solía ser muy cuidadosa con lo que comía y bebía cuando estábamos fuera de casa.

El Sr. Noor continuó explicando que la delicia y las propiedades saludables de la granada la convierten en un bien preciado. “Sí, es codiciada,” dijo, “pero también es demasiado cara para mucha gente de mi país.”

“Ek anar, sau bimar” es un proverbio del sur de Asia que reflexiona sobre el estado irónico de la pobreza, sin importar dónde exista. Hay una granada, pero hay 100 personas que necesitan su jugo para estar bien. Simplemente no hay suficiente para todos. El alcance de su bendición es muy limitado.

Si colocáramos a todas las mujeres musulmanas, hombro con hombro, en una línea, le darían la vuelta al mundo más de once veces. La línea de mujeres cristianas inscritas y comprometidas a compartir el evangelio con las musulmanas sería de aproximadamente 133 kilómetros. Esa corta lista de mujeres cristianas nunca será suficiente para llegar a los 850 millones de musulmanas del mundo.

¿Está lista para salir y compartir la fe con una amiga musulmana? Incluso si fuese su vecina más cercana, probablemente ella nunca haya escuchado la verdad acerca de Jesús. Necesita que la compartas con ella. Jesús ya te ha pedido que te involucres.

Señor Jesús, abre mis ojos para ver a las mujeres musulmanas como tú. Por el poder de tu Espíritu, ayúdame a compartir tus buenas nuevas con el ejemplo y las palabras que provienen de ti. Amén.