¿Por qué yo?

autora: Jordan Baker

En Éxodo, Dios se encuentra con Moisés en una zarza ardiente y lo llama a liderar y liberar a los israelitas del cautiverio. La respuesta de Moisés al poderoso llamado de Dios es: “¿Quién soy yo para ir?” (Éxodo 3:11 NVI). Moisés lucha con un problema de identidad relacionado con sentimientos de insuficiencia que considera lo descalifican para ser útil a Dios. “No soy elocuente” (Éxodo 4:10) es la frase con la que responde al llamado divino a usar su voz. Esa misma limitación es la que él cree que ha dañado su identidad y eliminado su potencial. Dios ya sabía todo lo que Moisés pensaba que limitaría su eficacia como líder y le responde: “¿Quién ha hecho la boca del hombre? ¿No soy yo, el Señor? Ahora ve, y yo estaré con tu boca y te enseñaré lo que has de hablar” (Éxodo 4:11-12).

En esta instancia, esperamos que Moisés confíe en Dios a pesar de considerarse incapaz, pero él continúa rogándole que envíe a otra persona. Moisés está luchando profundamente con un conflicto de identidad que le impide confiar en la unción de Dios. Es una lucha de identidad que se resume en la pregunta: “¿Por qué yo?”

El libro de Jueces nos muestra a otro líder que lucha con su identidad cuando Dios lo llama a liderar como un “varón esforzado y valiente” (Jueces 6:12). Dios se encuentra con Gedeón mientras trilla trigo para esconderlo de los madianitas y lo llama a salir de su escondite para enfrentarlos y salvar a Israel. “¿Cómo puedo salvar a Israel? Mi clan es el más débil… y yo soy el menor de la casa de mi Padre” (Jueces 6:15). Gedeón se ve a sí mismo como débil, y el llamado de Dios golpea dolorosamente su problema de identidad de “¿Por qué yo?”

Dios ofrece a Moisés y Gedeón las mismas palabras para silenciar sus temores de insuficiencia y debilidad, “Estaré contigo” (Éxodo 3:12 y Jueces 6:16). ¿No deberían esas palabras de consuelo silenciar nuestros pensamientos de inseguridad? No importa cuán débiles o dañados nos percibamos, ¿no deberíamos sentirnos consolados por la presencia de Aquel que es nuestra fortaleza?

¿Cuán a menudo nos resistimos al llamado de Dios creyendo que tenemos una mejor comprensión de nosotros mismos y de nuestras fortalezas y debilidades que nuestro propio Creador? Le ofrecemos a Dios nuestra lista de “por qué no” mucho más fácilmente que nuestra obediencia. Al hacer esto, nos escondemos detrás de nuestra suprema pregunta de identidad “¿Por qué yo?” Tal vez sea más fácil desviar la mirada de las necesidades que Dios imprime en nosotros porque preferimos ignorar el hecho de que somos llamados, en vez de enfrentar las preguntas de identidad que calan hasta las partes más sensibles de nuestros corazones imperfectos.

Cada vez que medimos la distancia entre lo que somos y lo que creemos que debemos ser para caminar en obediencia, es natural que nos hagamos preguntas como: “¿Por qué yo?” Pero antes de comenzar a enumerar las imperfecciones o crear una lista de lo que debemos hacer para que se ajuste a nuestra idea de dignidad, debemos ver la respuesta de Dios a nuestra gran pregunta.

“Qué dolor les espera a aquellos que contienden con su Creador. ¿Discute una vasija de barro con su fabricante? ¿Disputa el barro con quien le da forma, diciéndole: ‘¡Detente, lo estás haciendo mal!’... Qué terrible sería si un recién nacido le dijera a su padre: ‘¿Para qué nací?’, o si dijera a su madre: ‘¿Por qué me hiciste así?’ Así dice el Señor... ‘¿Te preguntas lo que hago por mis hijos? ¿Me das órdenes sobre la obra de mis manos? Yo soy el que hizo la tierra y creó a las personas para vivir en ella. Levantaré a [mi ungido] para cumplir mi justo propósito, y guiaré [sus] acciones’” (Isaías 45:9-13 NTV).

La obediencia no nos permite hacer el tipo de preguntas que paraliza nuestra respuesta al llamado de Dios. Cuando Dios nos invita a algo más grande que nosotros mismos, debemos responder con la confianza de que él es fiel, y responderá lo que no sabemos, y será lo que creemos que nos falta.

Preguntas para reflexionar:

¿A qué nos está invitando Dios colectivamente? (Pista: explore pasajes como Mateo 28:19-20 y Marcos 12:30-31)

¿A qué me está invitando Dios individualmente? (Solo usted puede saber lo que Dios está impregnando en usted a través del Espíritu Santo)

¿Cómo podría yo estar aplazando mi respuesta a las invitaciones de Dios?

¿A qué problemas de identidad del tipo “por qué yo” me enfrento?

¿Qué pequeño paso de obediencia puedo dar para mostrar confianza en la fidelidad de Dios?

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