Para nuestras amigas musulmanas, la verdad sobre Jesús
autora: Myra Crane
Cuarenta y seis días antes de la Pascua, los cristianos en todo el mundo reconocen el Miércoles de Ceniza como el comienzo de la Cuaresma o temporada de Pascua. Hoy es ese día.
Los seguidores de Cristo prestan especial atención a una intervención importante que tuvo lugar hace más de 2000 años, un día como hoy. Fue entonces cuando el Hijo de Dios tomó forma humana y pagó las deudas de pecado de cada persona que acepte su gran regalo de salvación. En este Miércoles de Ceniza, los cristianos del mundo se lamentan por sus ofensas, confiesan sus transgresiones y se proponen meditar más intencionalmente sobre la vida y la misión redentora de Jesús.
Como confesión pública de gratitud a Cristo, un sacerdote o pastor les hace una cruz de ceniza en sus frentes con el toque de su dedo cubierto de hollín. Muchos se comprometen a realizar un ayuno de comida o placer de 40 días, en un esfuerzo por acercarse a Dios.
La Biblia no menciona ni ordena la práctica del Miércoles de Ceniza, pero la tradición de adoración viaja por una corriente de simbolismo bíblico que a través de los siglos ha bendecido y continúa bendiciendo a sus participantes.
Hay algo en la tradición del Miércoles de Ceniza, el ayuno de Cuaresma y la anticipación de nuestra temporada de Pascua que desde hace algunos años ha llamado la atención de nuestros amados amigos musulmanes. Tengo una amiga (exmusulmana) que me dice que solía pasar frente a muchas iglesias en el transcurso de una semana determinada, y siempre se preguntaba qué pasaba dentro. Ella quería saber específicamente acerca de la Pascua.
Ahora, esta es la verdad sobre el Miércoles de Ceniza, la Cuaresma y la Pascua. Es una temporada que celebra la verdad acerca de Jesucristo. Jesús, la Palabra de Dios (Jn. 1:1) quien también es el Hijo de Dios (1 Jn. 4:9), pagó nuestras deudas de pecado en la cruz como un villano (Rom. 5:8) y se levantó de la tumba (Lucas 24:1-8) para que todos podamos disfrutar de Dios para siempre. Ninguna clase de buenas obras nos haría dignos del cielo (Efesios 2:8), por lo que él se convirtió en el camino (Juan 14:6), pagando el precio de nuestro pecado (Romanos 3:23-24). Él es la manifestación del amor de Dios por nosotros (Jn. 3:16). Por él, y sólo por él, somos salvos (Hechos 4:12, 16:31).
Jesús es más que un gran profeta. Es nuestro Salvador.
La fe de cada ser humano depende de la realidad de la Pascua, esta verdad sobre Jesús.
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