Parada en el recuerdo: una reflexión de Acción de Gracias
autora: Ruth Walker
¡Feliz Día de Acción de Gracias!
Mi hija y yo hemos estado preparándonos durante toda la semana para nuestra gran comida de Acción de Gracias. Los restos de la cocción de pasteles y otros complementos alimentarios yacen tirados a nuestro alrededor. Estoy parada en medio de la cocina y mi corazón recuerda la celebración del año pasado. Lola se unió a nuestra familia, ansiosa por experimentar su primer Día de Acción de Gracias en los Estados Unidos. Uno de mis grandes privilegios es abrir mi corazón y mi hogar a amigos y vecinos musulmanes. La alegría con la que Lola recibió mi invitación todavía me hace sonreír.
Mientras permanezco de pie y miro con anhelo la mesa de mi cocina, en la que mi familia se reunirá mañana para agradecer y alabar a Dios, mi corazón recuerda otra ocasión con una querida amiga musulmana. Un grupo de nosotras nos habíamos reunido en una granja cercana e inmediatamente noté a Noor desde la distancia. Se paró en medio de un huerto de calabazas, y su próximo movimiento me tomó completamente por sorpresa.
Observé con tierno asombro cómo se quitaba el hiyab y corría por el campo abierto, con los brazos y la mirada levantados hacia el cielo. Ella no se dio cuenta en ese momento, totalmente perdida en su nueva sensación de libertad. No pude evitar reírme mientras la alegría burbujeaba como una cascada cayendo sobre mi alma. En la seguridad de ese día de otoño, Noor abrazó la idea de vivir la vida sin restricciones y, por un breve momento, olvidó las dificultades de su realidad.
Mientras la observaba en silencio, me brotó una intercesión. Oré por mi querida amiga al observar su velo flotando libre en el viento. Justo cuando ella se levantó y desechó la cubierta de su rostro, oré para que el Espíritu Santo le quitara también el velo del corazón, y eliminara todo impedimento para creer en la verdad que amo tanto acerca de Jesús. Más que una simple tarde de libertad fugaz, anhelaba que Noor probara la bondad de Dios por toda la eternidad.
Los recuerdos siguen inundando mi corazón. Qué alegría y privilegio poder ser amiga de mujeres musulmanas como Lola y Noor. Las repetidas conversaciones sobre Jesús y su gran amor nos ofrecen calor y paz, cual fuego crepitante en el primer día de invierno. Reflexiono sobre las muchas semillas sembradas por obreras cristianas, y doy gracias por la obra del Señor en los corazones de las amigas musulmanas.
Regreso al presente. El temporizador del horno suena, y el aroma del pastel se esparce por la casa. Mientras estoy en mi cocina, mi corazón se entrega una vez más a la intercesión. Oro por Lola y Noor, por las musulmanas que conozco por nombre y por las que no. Doy gracias al Señor por el privilegio de llevarles su nombre. Con todo mi corazón, mientras estoy de pie y adoro a mi Dios, creo que no estaré sola. Muchas amigas musulmanas algún día se unirán a mí para declarar la bondad de Jesús. No hay motivo más grande para la acción de gracias.