Caminando juntas a través de Adviento: Tercera Parte
autora: Ruth Walker
Hemos pasado las últimas semanas profundizando en la impresionante fe de María. Ahora dirigimos nuestros corazones hacia su lugar, su destino elegido. La Biblia enseña explícitamente el diseño de Dios para la vida en comunidad. No estamos destinados a estar solas ni a vivir la vida por nuestra cuenta. No tiene sentido negarlo: ¡simplemente somos mejores juntas!
La Biblia nos dice que María no perdió tiempo, sino que fue a visitar a Elisabet. Lucas 1:39-40 la muestra embarcándose inmediatamente en un viaje a la región montañosa de Judá, a la casa de Zacarías y su esposa embarazada, Elisabet. Los eruditos creen que María debe haber recorrido entre 80 y 100 millas desde su punto de partida en su hogar en Nazaret. Ya sea que haya viajado como una joven sola o como parte de una caravana, su peregrinaje probablemente le habría llevado de tres a cinco días. María fue tan inquebrantable en su valiente decisión como en su obediencia.
¿Qué habríamos hecho usted y yo después de un encuentro con Gabriel, al escuchar cómo se desarrollaría el plan milagroso de Dios? ¿Qué haríamos con tales noticias? María inmediatamente corrió a su lugar seguro, a su parienta mayor, Elisabet. La noticia que el ángel Gabriel le dio sobre la propia concepción milagrosa de Elisabet habría ayudado a María a saber que tenía una confidente, un oído atento, una mentora experimentada y una amiga cercana, al otro lado de su largo viaje.
Lucas 1 nos narra que María permaneció con Elisabet durante tres meses. El tiempo suficiente para sentirse segura y confiada, justo el tiempo suficiente para saber que su embarazo estaba firmemente establecido con la Semilla de la Palabra de Dios literalmente creciendo en su vientre, el tiempo suficiente para acostumbrarse un poco a la idea de que traería al mundo al tan esperado Mesías.
Creo que cada María, cada persona llamada por Dios y entregada a Dios, necesita una Elisabet, alguien que afirme la voluntad y el llamado de Dios sin celos ni falsos motivos. Este es el corazón de la hermandad; este es el corazón de Dios. Esta es también la base de nuestro ministerio en Diga Hola: Sirviendo a las mujeres musulmanas.
Continuando con la narración, Lucas 1:42 dice: “Ella exclamó a gran voz: ‘¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!’” Algo extraordinario ocurre en el contexto que rodea este versículo. Recuerda que el marido de Isabel era sacerdote. Durante todo su matrimonio, ella lo había visto proclamar bendiciones sobre los hijos de Dios. En su día, según las tradiciones judías, eran los hombres quienes otorgaban las bendiciones a los demás.
¿Puede ver lo que está pasando? ¡Incluso desde el vientre, Jesús estaba desafiando y cambiando la cultura! Es Elisabet, y no su esposo sacerdotal, quien bendice a María y afirma su fe en Dios. Una vez más, nuestro maravilloso Padre nos muestra cuánto se deleita en sus hijas. Las mujeres musulmanas deben escuchar esto; ¡simplemente deben escuchar la verdad acerca de Jesús! Él las valora y las ama profundamente. Él anhela ser su eterno lugar de refugio.