Es ASÍ de simple

autora: Myra Crane

Estaba a punto de compartir un mensaje de nuestro ministerio Diga Hola con un grupo de niños de la iglesia. Antes de comenzar la actividad, uno de los líderes me hizo a un lado y muy amablemente me advirtió que habría un niño con problemas de comportamiento en el grupo y que podría ser disruptivo... pero que no me preocupara.

Lo reconocí de inmediato. Estaba muy activo, extremadamente activo, pero también muy feliz de estar en la iglesia de niños. Participó vigorosamente en todos los preliminares hasta el final de la adoración y se destacó ampliamente entre la multitud.

Ese día había vestido a una de las damas que sirven en la iglesia de niños con un atuendo musulmán. La llamé al frente y la involucré en una especie de lección práctica. Mi objetivo era ayudar a los niños a descubrir que bajo su velo musulmán ella era simplemente una mujer, igual a la mayoría de las mujeres que conocían. Empecé preguntándoles en qué pensaban al ver mujeres vestidas así.

“Ella no es de aquí.” “Aterradora.” “Tenebrosa.” “Ninja.” “Misteriosa.” “¿Puede hablar mi idioma?” “Tal vez me tenga miedo a MÍ.” Esas fueron algunas de sus respuestas.

Entonces les pregunté: “¿Ustedes creen que ella querría que algunos de ustedes le hablaran?”

La respuesta fue un ruidoso y unánime “¡NO!”

Luego procedí a retirar el velo de mi amiga musulmana, y los niños se rieron asombrados. Tan pronto como se dieron cuenta quién era en realidad mi amiga, gritaron: “¡Es la maestra Vicki!”

Les pregunté entonces: “¿A la maestra Vicki le gusta que ustedes hablen con ella?”

Su respuesta fue un fuerte y unánime “¡SÍ”!

Mi próxima pregunta fue, “¿por qué?”

Muchas manos se levantaron por toda la habitación: “Porque ella es buena.” “Ella me ama.” “Me lleva a tomar helado.” “Juega con nosotros.” A los niños les encantó decir cosas maravillosas sobre su maestra Vicki.

Cuando le pregunté a la maestra Vicki si alguien en el grupo la había saludado mientras tenía puesta la ropa musulmana, respondió que solo uno lo había hecho y señaló al pequeño que se suponía que fuera el problemático.

Su rostro sonrió... ¡y el mío también! Esta es la moraleja: si la gente pudiera entender que nuestras vecinas musulmanas se parecen a nosotras más de lo que pensamos, y que entablar conversaciones significativas con ellas podría ser así de simple y gratificante, todas lo haríamos con más frecuencia. Más musulmanas en todas partes llegarían a conocer el amor de Cristo.

Diga Hola invita a mujeres y niños cristianos de todo el mundo al maravilloso privilegio de poder compartir el amor de Jesús con todos los musulmanes.

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