La amistad con los musulmanes durante la temporada del Ramadán Una exmusulmana responde preguntas sobre el Ramadán

A medida que el mes de Ramadán transita por sus últimos días, le damos la bienvenida a otra voz a nuestro espacio en línea. Sheryl es una maravillosa amiga de Diga Hola que nos contará la primera experiencia de su familia como amigos de una familia musulmana. Ese encuentro inicial le abrió las puertas para conocer a muchas otras mujeres musulmanas. Reciba inspiración de sus palabras y descubra que una sola persona puede marcar la diferencia.

La primera familia musulmana de la que nos hicimos amigos era de un país donde el islam es la religión del estado. Eran muy conservadores y la esposa usaba un niqab que cubría todo su rostro, excepto los ojos. Antes del Ramadán, ya habíamos compartido comidas y nos acostumbramos a comer por separado: los hombres en un lugar y las mujeres y los niños en otro. Durante el Ramadán, no tuvimos la oportunidad de verlos y solo pudimos comunicarnos a través de mensajes de texto. Al final de los días de ayuno, se nos invitó una vez más a compartir una comida, pero esta sería una ocasión especial, la celebración de Eid al-Fitr, que marca el final del Ramadán. Cuando llegamos a su complejo de apartamentos, yo me dirigí hacia el lago, y mi esposo fue hacia el área de la piscina. No lo vería por varias horas, pero oré para que de alguna manera pudieran conocer al Dios verdadero a través de nuestra amistad.

Mi amiga me presentó a varias mujeres musulmanas y a sus hijos, y nos sentamos sobre mantas a la orilla del lago. No sabía que tantos esposos de familias musulmanas estuvieran en nuestra ciudad para recibir entrenamiento en la base militar local. La mayoría de las mujeres no usaban niqab. Me llamó la atención la belleza de sus vestidos, sus joyas y sus rostros adornados con maquillaje. Agradecí a Dios por la oportunidad de celebrar una ocasión tan sagrada y obviamente importante para ellas, pero me entristeció que estas mujeres solo pudieran celebrar entre ellas al anochecer, lejos de los demás.

Al año siguiente, estos amigos habían regresado a su país después de completar sus cursos. Desde entonces, hemos conocido a más amigos internacionales a través del ministerio local que nos conecta estratégicamente con aquellos que vienen a nuestra ciudad por medio de las fuerzas armadas. Nos hicimos amigos de musulmanes de otro país que estaban abiertos a comer todos juntos, en lugar de separar a hombres y mujeres. Como no teníamos limitaciones tan estrictas, cocinamos, comimos juntos y celebramos fiestas de cumpleaños e incluso un viaje de campamento. Durante el Ramadán, fuimos invitados a compartir Iftar, la comida tradicional al atardecer, que rompe el ayuno del día.

En este momento, el Ramadán cayó durante el comienzo del verano, donde los días son largos, y el calor y la humedad ya se hacían sentir. Era obvio que las mujeres habían pasado horas preparando tanta comida y lo hicieron sin comer ni beber nada, ni siquiera agua. Los hombres también habían estado realizando entrenamiento físico antes del amanecer. Abstenerse de agua después del ejercicio hasta la puesta del sol debe haber hecho el ayuno mucho más difícil. En su país, trabajan menos horas durante el Ramadán, lo que les da mucho tiempo para descansar durante las horas que pasan sin comer ni beber. Aunque los admiro por la disciplina en el aprendizaje del autocontrol, oro para que un día conozcan a Jesús como el agua viva que satisface sus almas sedientas y que puedan adorarlo en total entrega.

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